CULPA es un término que se utiliza para definir la responsabilidad ante un acto, sea consciente o involuntario o también podríamos decir que es una sensación negativa consecuencia de una falta intencional o no.
Este sentimiento es una experiencia dolorosa que se vive cuando se piensa de una manera sensata y se entiende que hemos ido en contra de los principios y valores, de la ética o de la moral.
Aceptar las culpas es un acto honesto, donde ponemos a prueba nuestro valor y tiene como objetivo reconocer que hemos fallado y que deseamos de alguna manera recibir la absolución, el perdón o ser juzgado con la posibilidad de la disminución o suspensión de la pena o castigo.
Ahora; no basta sólo con aceptar las culpas, también se debe tomar acción para resarcir aquello en lo que nos hemos equivocado, en lo que hemos fallado; para que nuestra conciencia quede más tranquila y así poder sentir que hemos actuado correctamente.
Existen algunas situaciones en la vida que llevan a ciertas personas a adoptar una reacción (que para mi concepto es muy negativa) y es el de la autoinculpación, esas son las que consideran que todo lo malo que sucede a su alrededor es su responsabilidad y pareciera ser que tuvieran un juez o un policía dentro de sí mismos y que los mantuvieran acusando de cuanto acto discordante sucede en el camino, llenándose de responsabilidades que no son propias.
¿Por qué produce temor el aceptar las culpas?, porque cuando se incurre en una falta, nos invade el miedo de recibir un escarmiento, y es ahí cuando negamos los hechos o acusamos a otros con tal de salvarnos del castigo, incurriendo en una falta aún más grave y sin pensar que esa otra persona puede ser juzgada y condenada aún siendo inocente.
Para ilustrar este tema quiero compartir con ustedes esta parábola de mi autoría:
Un día cualquiera en la plaza de mercado, un grupo de jóvenes en medio de sus juegos sin intención empujaron a una anciana, la cual al caer al suelo recibió un golpe en la cabeza que le causo la muerte; los jóvenes se llenaron de pánico y huyeron del lugar.
A los pocos días se enteraron que el rey había dado la orden de buscar al culpable… y éstos por miedo a ser castigados empezaron a rondar como chisme que ellos habían visto al mendigo del pueblo empujar a la mujer por dinero. Dicho chisme llegó a los oídos del rey el cual ordenó capturar al mendigo. Por el contrario éste si sabía quiénes habían sido los culpables de aquel incidente, en su confesión le contó al rey todo como había sucedido, éste en su infinita misericordia le otorgó la oportunidad al mendigo de desenmascarar a los culpables, pero éste se confabuló con el rey para hacerse pasar como el culpable y que el día de su supuesta ejecución le diera el pretexto para hablar y que si los jóvenes aceptaban su culpa no fuera tan severos con ellos, pero que si permanecían en silencio les aplicara todo el peso de la ley… al rey le gustó la idea y así se hizo.
Llegado el día todo el pueblo estaba reunido para ver la ejecución. Llegado el momento el rey le concedió al mendigo decir sus últimas palabras y este dijo: “acepto la culpa por ser pobre y no tener familia, por no tener amigos y por ser un estorbo para ustedes, pero en mi corazón queda el dolor que he sido culpado y condenado por algo que no cometí… sólo Dios y los culpables saben que soy inocente… si ustedes consideran que deben callar háganlo, pero me voy de esta tierra convencido que fui un buen hombre… aunque si deciden hablar y aceptar su culpa, también me ofrezco a morir por ustedes sólo por el hecho de limpiar mi honra y que a ustedes no les pase nada”…
Después de estas palabras tan conmovedoras y tras la propuesta del condenado, los jóvenes aceptaron su culpa en los hechos y contaron toda la verdad. Por haber actuado con valentía y no permitir que ahorcaran a un inocente, el rey condenó a los jóvenes a realizar trabajos comunitarios de por vida y al mendigo lo nombró como juez de paz de todo el reino.
“Aceptar las culpas nos da la oportunidad de ser mejores; pero esto no nos libra de nuestras responsabilidades y nos da la visión antes que nada, de tomar la decisión correcta ante nuestros actos y enfrentarlos con valor.”
Este sentimiento es una experiencia dolorosa que se vive cuando se piensa de una manera sensata y se entiende que hemos ido en contra de los principios y valores, de la ética o de la moral.
Aceptar las culpas es un acto honesto, donde ponemos a prueba nuestro valor y tiene como objetivo reconocer que hemos fallado y que deseamos de alguna manera recibir la absolución, el perdón o ser juzgado con la posibilidad de la disminución o suspensión de la pena o castigo.
Ahora; no basta sólo con aceptar las culpas, también se debe tomar acción para resarcir aquello en lo que nos hemos equivocado, en lo que hemos fallado; para que nuestra conciencia quede más tranquila y así poder sentir que hemos actuado correctamente.
Existen algunas situaciones en la vida que llevan a ciertas personas a adoptar una reacción (que para mi concepto es muy negativa) y es el de la autoinculpación, esas son las que consideran que todo lo malo que sucede a su alrededor es su responsabilidad y pareciera ser que tuvieran un juez o un policía dentro de sí mismos y que los mantuvieran acusando de cuanto acto discordante sucede en el camino, llenándose de responsabilidades que no son propias.
¿Por qué produce temor el aceptar las culpas?, porque cuando se incurre en una falta, nos invade el miedo de recibir un escarmiento, y es ahí cuando negamos los hechos o acusamos a otros con tal de salvarnos del castigo, incurriendo en una falta aún más grave y sin pensar que esa otra persona puede ser juzgada y condenada aún siendo inocente.
Para ilustrar este tema quiero compartir con ustedes esta parábola de mi autoría:
Un día cualquiera en la plaza de mercado, un grupo de jóvenes en medio de sus juegos sin intención empujaron a una anciana, la cual al caer al suelo recibió un golpe en la cabeza que le causo la muerte; los jóvenes se llenaron de pánico y huyeron del lugar.
A los pocos días se enteraron que el rey había dado la orden de buscar al culpable… y éstos por miedo a ser castigados empezaron a rondar como chisme que ellos habían visto al mendigo del pueblo empujar a la mujer por dinero. Dicho chisme llegó a los oídos del rey el cual ordenó capturar al mendigo. Por el contrario éste si sabía quiénes habían sido los culpables de aquel incidente, en su confesión le contó al rey todo como había sucedido, éste en su infinita misericordia le otorgó la oportunidad al mendigo de desenmascarar a los culpables, pero éste se confabuló con el rey para hacerse pasar como el culpable y que el día de su supuesta ejecución le diera el pretexto para hablar y que si los jóvenes aceptaban su culpa no fuera tan severos con ellos, pero que si permanecían en silencio les aplicara todo el peso de la ley… al rey le gustó la idea y así se hizo.
Llegado el día todo el pueblo estaba reunido para ver la ejecución. Llegado el momento el rey le concedió al mendigo decir sus últimas palabras y este dijo: “acepto la culpa por ser pobre y no tener familia, por no tener amigos y por ser un estorbo para ustedes, pero en mi corazón queda el dolor que he sido culpado y condenado por algo que no cometí… sólo Dios y los culpables saben que soy inocente… si ustedes consideran que deben callar háganlo, pero me voy de esta tierra convencido que fui un buen hombre… aunque si deciden hablar y aceptar su culpa, también me ofrezco a morir por ustedes sólo por el hecho de limpiar mi honra y que a ustedes no les pase nada”…
Después de estas palabras tan conmovedoras y tras la propuesta del condenado, los jóvenes aceptaron su culpa en los hechos y contaron toda la verdad. Por haber actuado con valentía y no permitir que ahorcaran a un inocente, el rey condenó a los jóvenes a realizar trabajos comunitarios de por vida y al mendigo lo nombró como juez de paz de todo el reino.
“Aceptar las culpas nos da la oportunidad de ser mejores; pero esto no nos libra de nuestras responsabilidades y nos da la visión antes que nada, de tomar la decisión correcta ante nuestros actos y enfrentarlos con valor.”
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